Había una vez un escritor que no tenía mucho talento. Llamábase Abelardo y su sueño era convertirse en el mejor escritor del mundo. Pero no lo conseguía.
Sin embargo Abelardo seguía en su empeño y, a lo largo de los 365 días de año dedicábase a añadir palabras y palabras en hojas en blanco.
-¡Vaya porquería que escribo! ¡No tengo talento!
Esto queridos niños y niñas es algo que pasa a muchos escritores; pero Abelardo era envidioso y no aceptaba escribir mal.
-¡Qué envidia me da los que saben escribir! ¡Los odio! ¡Los odio!
Un buen día Abelardo tuvo una gran idea que pensó, serviríale para tranquilarle.
Sabido es que hasta los grandes maestros han escrito párrafos flojos, hasta los mayores genios de la historia han escrito fragmentos que no son nada del otro mundo. Abelardo pensó lo siguiente:
-Me voy a dedicar a recortar los párrafos flojos de los grandes novelistas de la historia. Eso hará disminuir mi rabia hacia su talento.
Y eso es lo que hizo. Empezó recortando con unas tijeras directamente del libro las únicas seis líneas flojas de “los hermanos Karamazov” de Dostoievski. Luego, lo mismo con los libros de Tolstoi, Cervantes, Unamuno… Balzac.
-ya tengo todos los trozos malos recortados.
Y dedicábase Abelardo a esos desafortunados fragmentos de los grandes genios. Porque nadie es perfecto. Y mientras los leía sentía satisfacción.
Y así pasaba las horas…, los días…, los años… A Abelardo le disminuía su dolor ante su falta de talento centrándose en los escasos defectos de los que realmente fueron grandes. Y eso queridos niños y niñas es algo que hacemos todos, que deberíamos de dejar de hacer porque el talento ajeno es algo que hay que celebrar. La inteligencia de los demás, aunque sea superior a la nuestra es algo de lo que tenemos que sentirnos orgullosos y agradecidos. Porque el talento da igual que sea ajeno o propio, pues hace la vida más hermosa.
Y colorín, colorado este cuento ha terminado.
Podéis escucharlo aquí.
Qué mala es la envidia... y qué fácil es hacer gala de ella cuando menos la necesita nadie. En clase decimos que tenemos que "celebrar los éxitos de los demás". Creo que los niños lo entinden, pero a algunos mayores parece que a veces nos costara...
ResponderEliminarGracias por este artículo, Carmen.
Susana
¡ QUÉ GRAN CONSEJO ! AHORA SÓLO HACE FALTA LLEVARLO, DE VERDAD, A LA PRÁCTICA.
ResponderEliminarMuy aleccionador.¡Felicidades!
ResponderEliminarUNA ABUELA.