“Luz y taquígrafos” es una expresión que popularizó el presidente del gobierno, Antonio Maura en el Congreso de los diputados y que viene a significar “claridad en los planteamientos y que quede por escrito para que conste”.
El 21 de noviembre de 1802 nació la cátedra de Taquigrafía, fundamental en el Congreso de los Diputados desde las Cortes de Cádiz.
La taquigrafía es el arte de coger por escrito y a la velocidad en la que se habla lo que se dice y, ¡claro!, sólo lo entiende quién lo escribe.
No hay momento concreto, pero sí se sabe que el asunto viene de antiguo. Ya en Roma, Cicerón tenía un esclavo que pillaba los escritos utilizando una especie de garabateo que transcribía a la velocidad en la que hablaba su amo.
Fue Francisco de Paula Martín, del gobierno del rey Carlos IV, el que creara la cátedra de taquigrafía y quién publicó uno de los métodos.
La primera vez que se usó fue el 16 de diciembre de 1810 (hoy hace 201 años) en las Cortes de Cádiz, o sea, la transcripción de los primeros debates para la redacción de la Constitución liberal, LA PEPA, salió de los garabatos de los taquígrafos. Y hasta hoy.
Los taquígrafos tienen tal importancia que sin ellos quedaría cojo el diario de sesiones. Las oposiciones no son nada fáciles. Uno de los ejercicios consiste en coger lo que se dicta a mayor velocidad de lo que normalmente se habla. Si sobrevivieron a la oratoria de Manuel Fraga y transcribieron fielmente lo que éste decía, los taquígrafos aguantan lo que les echen.
[Esta reseña ha sido garabateada y taquigrafiada por Carmen Sánchez, escuchando radiofonicamente la sección de la periodista Nieves Concostrina en el programa de En días como hoy de rne, en la mañana del 21 de noviembre de 2011].
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