El 1 de octubre de 1931, se aprobó el voto de la mujer en un
encendido pleno de las Cortes Republicanas.
Para aquellas Cortes habían sido elegidas tres
mujeres, aunque en aquel momento sólo dos ocupaban sus escaños, y
paradójicamente, defendieron posturas encontradas. Así, mientras Clara
Campoamor insistía en el derecho inalienable de la mujer al voto, Victoria Kent
pedía que se aplazara por el bien de la República.Los debates fueron intensos y Clara Campoamor se enfrentó tanto a quienes sostenían que la mujer no estaba preparada, como a los que temían que su voto estuviera influenciado por la Iglesia. Un diputado llegó a decir que las mujeres eran pasión y emoción, sin espíritu crítico, y otro propuso que pudieran votar, pero no antes de los 45 años.
Al final, los argumentos de Campoamor se impusieron y el artículo 36 de la Constitución, que reconocía el sufragio femenino, fue aprobado por 161 votos a favor y 121 en contra.
Las españolas se estrenaron en las urnas en 1933. Primero, en las municipales de abril, y luego en las generales de noviembre, en las que ganó la derecha, y ni Campoamor ni Kent obtuvieron escaño.
El 22 de diciembre de 1933
las mujeres votaron por segunda vez, porque ese día se celebró la segunda vuelta
de las elecciones generales durante la Segunda República. La primera vuelta
había sido el 19 de noviembre, y el triunfo de la derecha fue tan incontestable
que se podrían haber ahorrado la segunda. ¿Quién tuvo la culpa de que perdiera
la izquierda? Pues según los sesudos analistas y tertulianos de la época, las
mujeres. Y se quedaron tan anchos.
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